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La primera vez que Rosa vio cómo caían unos copos de nieve creyó que eran fragmentos de algodón. “Pensé que me iba a ahogar”, contó.
Rosa, oriunda de Honduras, no había conocido la nieve, pero ahora la nieve se volvió parte de su vida, ya que en la actualidad vive en Bozeman, en Montana. La ciudad, con una población de cerca de 56,000 habitantes, está rodeada de cuatro montañas que componen la zona norte de las Montañas Rocosas. Le ha costado, pero Rosa ha aprendido a convivir con el clima. “Ahora me gusta mucho”, señaló. “A nuestras hijas les encanta jugar en la nieve”.
Rosa, una mujer con rostro redondeado, semblante serio y cabello largo y oscuro, forma parte de los cientos de miles de hondureños que han abandonado su país en estos últimos años por diversos problemas: corrupción política, violencia de pandillas, crisis económica y desastres medioambientales. En 2020, después de que miembros de una pandilla la amenazaran de muerte, huyó del país con su hija menor.
Luis, su esposo, ya se encontraba en los Estados Unidos con la hija mayor de ambos y llegó a Bozeman seducido por la promesa de encontrar oportunidades laborales. “Tenía un amigo aquí. Él me dijo que era un buen lugar para conseguir trabajo”, expresó. (Rosa y Luis, ambos indocumentados, pidieron que no se revelen sus verdaderas identidades. Los nombres de todos los inmigrantes cuyos casos se encuentran en este reportaje han sido cambiados).
Hace diez o veinte años, Bozeman (ubicada lejos de la frontera de EE. UU. y México y con una predominante población blanca) no hubiera sido el destino elegido por una familia proveniente de Centroamérica. “Un trabajador de la construcción oriundo de México, que se mudó a aquí a mediados de los 2000 y que antes vivía en Colorado, me dijo que él solía caminar por los pasillos de Walmart y que el único idioma que escuchaba era inglés. Esto ya no es así”, afirmó Luis.
Hace varios años que el suroeste de Montana experimenta un crecimiento económico exponencial impulsado por una ola de personas con alto poder adquisitivo, una pujante industria tecnológica que genera millones de dólares y, en especial, un mercado de bienes raíces de lujo en constante crecimiento. En febrero, el precio promedio de una casa en Bozeman era de un millón de dólares. En consecuencia, la demanda de trabajadores de la construcción hizo que personas como Luis se asentaran en dicha ciudad. Luis, un hombre con un rostro inexpresivo y con poca barba, tiene más trabajo del que puede aceptar: cercando casas, instalando revestimientos y techos, el trabajo más peligroso y el que menos le gusta realizar.
Tina Visscher lleva mucho tiempo viviendo en Bozeman, pero en 2019 se dio cuenta del rápido crecimiento de la población inmigrante en la ciudad. En un encuentro de la sociedad de cuáqueros al que asistió, alguien mencionó que había más estudiantes hispanohablantes en las escuelas públicas. Visscher quiso ayudar. “Lo primero que hicimos fue comprar abrigos y calzado porque los estudiantes tenían mucho frío”, declaró.
Hizo falta ayuda de todo tipo y Visscher, una psicoterapeuta jubilada, se convirtió en la directora de una organización sin fines de lucro pequeña, pero que se expandió en poco tiempo. Hoy en día, “Bienvenidos” es el grupo de asistencia para inmigrantes más grande y prominente de Bozeman que ayuda a los recién llegados en cuestiones relacionadas al alojamiento, medios de transporte, asistencia legal o cualquier otro servicio que necesiten.
“Vienen aquí porque hay trabajo en el rubro de la construcción de casas de millonarios”, comentó.
LA MAYORÍA DE LAS CIUDADES EXPERIMENTAN UN CAMBIO LENTO y evolucionan de manera casi imperceptible. La nueva versión de Bozeman ha surgido en forma repentina y sorprendente. Desde 2010, la cantidad de habitantes ha crecido más del 50 % y se ha convertido en una de las ciudades pequeñas del país que más rápido ha crecido en los últimos años. Al ser una ciudad universitaria cerca de las montañas, hace tiempo que Bozeman se considera un destino turístico atractivo, a pesar de todos los problemas de vialidad económica que esto conlleva. A su vez, tenía barrios económicamente asequibles para las clases trabajadoras, alquileres baratos para empleados del Servicio Forestal contratados por temporada y las personas que trabajaban en los centros de esquí podían trasladarse todos los días a los hoteles cercanos.
Bozeman ha cambiado por completo. En las zonas donde antes había construcciones viejas y descuidadas, ahora se pueden ver construcciones modernas, elegantes y con paredes vidriadas. En las afueras de Bozeman, las inmediaciones de las carreteras lucen cada vez más pobladas. Hasta hace poco tiempo, estas eran zonas de tierra para cultivo. Decenas de empresas dedicadas al desarrollo tecnológico, la biotecnología y el desarrollo de software tienen sus sedes centrales aquí. Muchas personas con alto poder adquisitivo, en su mayoría trabajadores remotos, se han instalado en Bozeman y en el condado Gallatin, atraídas por lo que las publicidades de bienes raíces denominan “el estilo de vida” del suroeste de Montana: terrenos estatales accesibles, vista a las montañas, el Parque Nacional de Yellowstone y la modalidad de pesca fly fishing. En el recorrido hacia Yellowstone y a una hora de Bozeman, se encuentra Big City, un pintoresco lugar en medio de las montañas donde se puede esquiar y donde se encuentra el Yellowstone Club. Entre sus miembros figuran algunas de las personas más ricas del mundo, como Bill Gates, Mark Zuckerberg y Eric Schmidt. La nueva reputación de Bozeman como una ciudad imperdible entre las montañas del suroeste del país se ha difundido en The Wall Street Journal, el Time y en The New York Times.
Pero esta perspectiva sobre Bozeman deja de lado el impacto que se esconde detrás del nuevo poderío económico que ostenta la ciudad. Las personas con buen poder adquisitivo que llegan a Bozeman desde California, Texas y la costa este quieren mantener el estilo de vida que tenían en los lugares que dejaron: casas lujosas, servicio de mucamas, jardines diseñados por paisajistas y casas de estilo ejecutivo. Además, el incremento de las personas sin hogar, la pérdida del poder adquisitivo y el colapso de los servicios públicos han generado una alta demanda de trabajadores capacitados para prestar estos servicios, construir esas casas y hacer cualquier tipo de trabajo que el sistema económico de EE. UU. brinda a personas que no son ciudadanas estadounidenses. Esto ha convertido a Bozeman en el último destino del recorrido de muchos indocumentados, uno que empieza con la violencia y la miseria económica en países como Honduras, atraviesa la frontera estadounidense cada vez más militarizada y termina en ciudades cerca de las Rocosas, como Denver y Salt Lake City. Mientras que las ciudades que ofrecen sitios recreativos y servicios de lujo en Colorado han sido, por mucho tiempo, lugares atractivos para los inmigrantes en búsqueda de trabajo, Bozeman se ha convertido en un lugar tentador de la noche a la mañana.
Es casi imposible contabilizar el crecimiento de la comunidad hispanohablante en Bozeman porque la mayoría de las personas son indocumentadas. En el condado Gallatin, el porcentaje de latinos aumentó del 2,8 % al 5 % entre 2010 y 2020 (cerca del 140 %), según los datos del censo de los EE. UU. Los expertos afirman que la cifra es aún mayor, ya que no contempla el período comprendido después del año 2021, los años de mayor auge del mercado inmobiliario en Bozeman.
El cambio es visible en todos lados: en la tienda minorista mexicana que abrió en 2018, en los restaurantes móviles que sirven tacos y que están ubicados uno al lado del otro en la 7th Street, en el equipo juvenil de fútbol que, en asociación con Bienvenidos, prescindieron de las tarifas de inscripción para niños inmigrantes. El sistema de educación pública, a su vez, apoya la llegada de menores que hablan varios idiomas. En pocos años, se ha duplicado la cantidad (llegando a ser de 350) de estudiantes que necesitan ayuda particular para aprender inglés en las escuelas públicas de Bozeman, pero la mayoría de estos estudiantes son recién llegados y no están inscritos en ningún programa. Esta tendencia ha resultado positiva para Bozeman. Un estudio de South North Nexus, una organización sin fines de lucro que ofrece asistencia legal a inmigrantes en Montana, estima que los inmigrantes hispanos han aportado más de $300 millones a la economía de Bozeman en 2022.
Los inmigrantes recién llegados vienen de países como Guatemala, Perú, Venezuela, y Honduras. Algunos cruzaron la frontera sin documentos y trataron de pasar desapercibidos. Los inmigrantes en busca de asilo, incluso muchos hondureños, se presentan en la frontera y solicitan defender sus casos, pero no pueden solicitar un permiso de trabajo hasta que el pedido de asilo cumpla 150 días sin ser resuelto. Se estima que para septiembre de 2024 habrá un récord de 8 millones de casos sin resolver en las cortes de inmigración estadounidenses, según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los EE. UU. Lleva un año procesar una solicitud de un permiso de trabajo presentada por una persona que busca asilo, además del período de 150 días que deben transcurrir sin que el caso se resuelva en las cortes.
Se trata de personas que vienen a EE. UU. a trabajar, pero las leyes no les permiten hacerlo. Los solicitantes de asilo que hace poco llegaron a Bozeman pueden llegar a esperar más de un año antes de que estén legalmente autorizados a trabajar. Por lo tanto, no resulta llamativo que muchos inmigrantes infrinjan las leyes, y acepten trabajos cuyo pago es en efectivo y vivan con miedo a toparse con oficiales encargados de controlar el cumplimiento de las leyes. Esta es la otra cara de uno de los mercados inmobiliarios más prominentes y costosos del país.
Hace años que esta historia se repite en Montana. Las grandes industrias se han encargado de recibir a aquellos inmigrantes que han ayudado a construir lo que el estado es hoy, según Buzz Tarlow. Hace muchos años que Tarlow trabaja como abogado en el rubro de la construcción en Bozeman y en Big Sky, y conoce muy bien la industria. “Montana siempre ha sido un estado con inmigrantes provenientes de todo el mundo”, declaró. Hacia finales del siglo XX, Butte, ubicada a 85 millas al oeste de Bozeman, era una de las ciudades que más crecimiento había experimentado gracias a la industria del cobre. Anaconda Copper fue una de las empresas mineras más importantes del mundo. Los complejos mineros de la empresa atraían a inmigrantes provenientes de Irlanda, Alemania, Europa del Este y China. Gracias a ellos, se creó el primer centro industrial de Montana, lo que inspiró una nueva forma de organización laboral que transformó las políticas del estado. Tarlow sostiene que este patrón está presente en Bozeman, junto con las mismas tensiones y contradicciones.
“Lo que sucede en el rubro de la construcción en el suroeste de Montana es lo mismo que sucedió en los complejos mineros de Butte. Con suerte, las condiciones laborales son un poco mejores, pero es difícil. El clima es malo y también está la barrera del idioma”, afirma.
Los inmigrantes que hablan español tienen que enfrentar estos problemas todo el tiempo, ya sea en el trabajo o a la hora de lidiar con el sistema legal. Una vez, Luis tuvo que enfrentar a las autoridades luego de cruzar un semáforo en verde y exceder el límite de velocidad. El abogado de inmigración que lo representó en la corte dijo que en la citación no figuraba el motivo por el cual las autoridades le pidieron que se detuviera. Según su criterio, todo era debido al perfil racial. Luis estuvo de acuerdo. “En la corte me dijeron que era por la licencia, pero yo me pregunto por qué ella me pidió a mí que me detuviera”, cuestionó.
Luis tuvo que pagar una multa de $300 por conducir sin licencia, pero ahora él va y viene de su trabajo con temor a volver a cruzarse con las autoridades.
“Tengo miedo de manejar porque podrían detenerme”, dijo
EN TODO BOZEMAN se puede observar la falta de trabajadores de la construcción y en el rubro de los servicios, ya sea que se trate de trabajos para terminar de construir casas o publicidades de Wendy que ofrecen un pago de $22 por hora. Pero el fuerte mercado inmobiliario que convierte a Bozeman en un lugar atractivo para inmigrantes no puede brindarles alojamiento digno, en especial si no tienen una identificación brindada por el gobierno, historial crediticio o el número de Seguro Social. En cualquier caso, resulta muy difícil poder alquilar una vivienda.
Durante años, en Bozeman se ha registrado un 2 % de viviendas desocupadas, pero en 2023 este porcentaje aumentó. Los inmigrantes no tienen otra opción más que aceptar alojamiento en lugares en ruinas y superpoblados, ya sea en casas rodantes, hoteles económicos o en lugares que son propiedad de sus jefes. Pueden elegir entre estas opciones o ser parte de los miles de personas que duermen en las calles todas las noches. En 2023, en Montana se registró el mayor crecimiento a nivel nacional de personas que se encuentran en situación de calle desde hace mucho tiempo. Por todos lados se pueden ver instalaciones tipo campamento.
Durante una ola de frío registrada a principios de 2024, los albergues de Bozeman llegaron al 98 % de su capacidad, según lo que confirmó Brian Guyer, director del departamento de vivienda de la organización sin fines de lucro Human Resource Development Council (HRDC), el cual administra el refugio. Desde 2020, el HRDC ha registrado un aumento del 223 % de asistencia a hispanos, del 5 % al 16 %. La cantidad de latinos que necesitan recurrir a los albergues de emergencia “ha aumentado de manera considerable desde la pandemia”, afirma Guyer, aunque “representan un pequeño porcentaje de todas las personas que llegan a pedir ayuda”.
Marco y Carmen han tenido más suerte que muchas otras personas. La pareja y sus hijos tenían familiares en Montana que los ayudaron a mantenerse en la calle. Desde que se fueron de La Ceiba, una ciudad portuaria ubicada en la costa caribeña de Honduras, para inmigrar a EE. UU. en 2019, la familia se ha mudado muchas veces y cada vez que alquilaban una propiedad debían hacerlo a nombre de un pariente casado con un estadounidense. En mayo, la pareja se sentó en un banco en un parque cerca de una iglesia, mientras el algodón que caía de los árboles se acumulaba a sus pies. En algunos asentamientos de casas rodantes en Bozeman, y también en ciudades cercanas como Belgrade, no aceptan inquilinos indocumentados. Algunos inmigrantes encuentran alquileres a través de corredores que pasan por alto la falta de identificación a cambio de una comisión extra. Luis pagó $2000 adicionales para poder asegurar el alquiler de una vivienda para su familia.
A pesar de la inestabilidad, Marco describe la vida hogareña de su familia como un respiro, aunque solitaria. Marco es un hombre amable de mediana edad, con el rostro curtido por el sol y las manos y antebrazos gruesos de un obrero. En EE. UU. es más difícil hacer nuevos amigos que en su país de origen, afirmó. Hizo una broma sobre conocer más al perro de su vecino que a sus propios vecinos. “Juego al ajedrez con mi hijo. A veces vamos al cine. A veces todos salimos a comer. No tenemos mucho tiempo para disfrutar, ya que debemos trabajar”, contó.
Luego de llegar a Montana, Marco trabajó durante nueve meses en la construcción de estructuras de casas y luego como albañil durante un período de tiempo similar. La mayor parte de su trabajo se desarrollaba en Big City, un centro turístico para esquiar. Perdió su último trabajo luego de que las autoridades de inmigración instaran a los empleadores a despedir a todos sus trabajadores indocumentados. Hoy en día trabaja en la cocina de un restaurante y su esposa trabaja en una cadena de comida rápida. Ambos compraron sus Números de Seguro Social falsos en el mercado negro por $150 cada uno. “Sabes como es. Todo se hace a través de una aplicación. Te piden tu identificación, el Seguro Social y todas esas cosas”, afirmó.
Los inmigrantes que trabajan de manera ilegal, como Marco, no cuentan con recursos a la hora de enfrentar situaciones de maltrato laboral. Es muy común que no les paguen, de acuerdo con lo que se pudo saber luego de entrevistar a varios trabajadores indocumentados en Bozeman. Ana, por ejemplo, consiguió trabajo apenas llegó al país en una empresa de limpieza de casas. Sin embargo, pocas semanas después, su jefe se fue de la ciudad sin pagarle ni a ella ni a sus compañeras de trabajo. Con el paso del tiempo pudo encontrar el empleo que tiene ahora en Big City, en el rubro de la construcción. Luis contó que varios de sus empleadores le deben dinero. Uno de sus jefes le debe $20.000 en concepto de horas trabajadas sin pagar. Pero como él trabaja de manera ilegal, casi no tiene recursos. “Esto ha pasado muchas veces”, dijo mientras se encogía de hombros.
El sector de la construcción de Bozeman está en manos de algunas grandes empresas de Montana, y la administración está a cargo de contratistas y subcontratistas de distinta jerarquía quienes les dan trabajo a los inmigrantes indocumentados de manera directa. La mayoría paga en efectivo y, en algunos casos, les brindan alojamiento. Los subcontratistas están exentos de cumplir algunas leyes laborales. Esta situación fomenta la falta de medidas de seguridad en los lugares de trabajo, a la vez que las grandes empresas se niegan a contratar a no ciudadanos. Cualquier trabajo en el rubro de la construcción es riesgoso. De hecho, se trata de una de las industrias que registra más muertes por accidentes laborales en EE. UU., según la Oficina de Estadísticas Laborales.
“Sabes como es. Todo se hace a través de una aplicación. Te piden tu identificación, el Seguro Social y todas esas cosas.”
Poco tiempo después de llegar a Bozeman, Manuel, un trabajador de la construcción oriundo de Honduras, estaba parado en una escalera en el segundo piso de una casa en obra. Dio un paso en falso y cayó sobre el piso de concreto con los dos pies. No se fracturó, pero sus muslos se hincharon. Al recordar su herida, hace un gesto con las manos para mostrar el tamaño de la hinchazón. Los médicos le dijeron que el impacto había causado una compresión de los nervios en la pierna. “Tengo muchos problemas con esta pierna”, confesó.
Con el tiempo, Manuel se enteró que alguien más pagó por la atención médica en el hospital, lo que resulta ser un gesto de amabilidad que no todos los trabajadores reciben. Durante la temporada que trabajó como albañil, Marco desarrolló una hernia por levantar materiales pesados. Pero el costo y el miedo a las consecuencias por ser un trabajador indocumentado le impidieron realizar un tratamiento médico. Esta es una historia que se repite: un estudio realizado por el área de enfermería de la Universidad Estatal de Montana reveló que el 81 % de los encuestados (miembros de la comunidad hispana de Bozeman) no tienen acceso a atención médica de calidad.
En noviembre de 2023, luego de meses de trabajo duro, Marco y su familia encontraron un nuevo lugar para alquilar con un amplio jardín en las afueras de Bozeman, cerca del aeropuerto. Fue a una cafetería de la ciudad, un día que vestía una chaqueta de denim y una gorra camuflada. Parecía cansado, pero estaba aliviado por haber encontrado esta nueva casa. No obstante, sus problemas cardíacos empeoraban. Él atribuye gran parte de su condición al disgusto que le causó la búsqueda de vivienda. “Estoy más estresado”, contó. A veces tiene palpitaciones. Otras veces, siente presión en el pecho. “Yo no tenía ningún problema cardíaco antes de llegar a este lugar”, dijo.
La situación de Marco refleja la paradoja que afecta a muchos inmigrantes de la comunidad latina en Bozeman. Sus problemas cardíacos empeoran porque él no tiene documentos. Sin papeles, no puede tratar su condición cardíaca. En un momento, Marco llegó a comprar medicamentos con descuentos en una clínica de la ciudad. Al poco tiempo, desde la clínica le comunicaron que ya no podría acceder a ese beneficio. Sin seguro médico, el costo pasó a ser muy elevado. Marco dice que no busca atención médica porque es muy caro. Necesita el dinero para ayudar a su hijo, a la novia de su hijo y al bebé que tienen juntos (a quien Marco todavía no conoce) para que puedan llegar a Montana. Su esposa, Carmen, también recibía la medicación que la clínica le enviaba. “Ahora ella no puede pagar por eso”, afirmó.
Marco contó que Carmen y él pertenecen a una cultura que confía en Dios. Ellos tienen fe en que Dios va a cuidar de la salud de ambos. Pero, “si existiera la manera para que podamos conseguir o encontrar lo que necesitamos, medicamentos o lo que sea, si existiera la manera de que podamos hacerlo sin dificultad, lo haríamos”, expresó.
Enfrentar una situación tan agobiante puede causar depresión o adicciones. Esto es algo que preocupa cada vez más a Susie Rodríguez, la directora de Montana Immigrant Justice Alliance (MIJA), una organización sin fines de lucro que asiste a inmigrantes. Rodríguez ejerce su trabajo como directora de MIJA durante el poco tiempo libre que tiene. Es madre de siete hijos y, además de trabajar en el hospital, asiste a clases de enfermería para poder obtener su título. Rodríguez afirma que se ha incrementado en forma notable la cantidad de consultas por sobredosis de fentanilo en la unidad de emergencia donde ella trabaja. La Procuraduría General de Montana ha anunciado un aumento del 20.000 % de casos de descompensación por consumo de fentanilo desde 2019. Rodríguez teme a las consecuencias de la accesibilidad a esta droga, ya que hay que considerar que muchos inmigrantes atraviesan períodos de ansiedad y soledad cuando llegan a EE. UU. Lo que más le preocupa son los hombres jóvenes que no tienen familia ni vida social.
“Así son sus vidas. Trabajan todo el día, todos los días de la semana. A veces trabajan durante los sábados. Por lo tanto, solo tienes un día, el domingo, para lavar la ropa, ponerte al día o salir. Luego debes regresar a la cama y levantarte temprano al día siguiente”, relató.
LOS DEFENSORES DE LA INMIGRACIÓN DE BOZEMAN han construido una sólida red de grupos locales que brindan ayuda. Cada mes, Bienvenidos organiza una reunión de coordinación a través de Zoom, a la que asisten representantes del banco de alimentos local, grupos dedicados a brindar alojamiento de emergencia y, algunas veces, funcionarios municipales.
En estas reuniones se habla del rápido crecimiento de la comunidad inmigrante de Bozeman, y también se expone que la ciudad recibe muy poca ayuda del estado. Las posiciones políticas de Montana han cambiado mucho. El senador Jon Tester, quien se postula a elecciones este año, es el único demócrata que ostenta un puesto a nivel estatal. Hoy en día, los republicanos representan a la mayoría calificada (o supermayoría) en el Parlamento y en el Senado. El republicano Greg Gianforte, gobernador de Montana, promulgó una ley que prohíbe que las ciudades brinden asilo a los inmigrantes. A su vez, otros representantes estatales, como el senador Steve Daines y el representante Ryan Zinke, suelen demonizar a los inmigrantes.
En la última sesión legislativa, los grupos que defienden a los inmigrantes se mostraron optimistas respecto a una ley que les permitiría obtener permisos para conducir de privilegio (en Montana no puedes obtener una licencia para manejar si no presentas pruebas de ser residente legal). En la actualidad, 19 estados permiten que los inmigrantes obtengan licencias de conducir para no ciudadanos. Se trata de un beneficio que soluciona los problemas que enfrentan los inmigrantes todos los días y que les permite manejar hasta sus lugares de trabajo sin que sea un delito. En otros estados, como Colorado o California, también se ha facilitado el acceso a la atención médica o a la solicitud de permisos de trabajo para los no ciudadanos. El proyecto de ley presentado en Montana ni siquiera se discutió en un comité legislativo.
“Trabajan todo el día, todos los días de la semana. A veces trabajan durante los sábados. Por lo tanto, solo tienes un día, el domingo, para lavar la ropa, ponerte al día o salir. Luego debes regresar a la cama y levantarte temprano al día siguiente.”
Bienvenidos y otros grupos han tratado de convencer a las empresas constructoras para que apoyen esta ley. “Son quienes se benefician de los trabajadores”, dijo Ita Killeen, coordinadora del programa de mentores de Bienvenidos. “Han sido generosos con las donaciones, pero ninguno de ellos ha tenido la voluntad de venir a declarar y ayudarlos a obtener la tarjeta de conducir de privilegio”.
También los abogados han difundido un alegato en favor de la inmigración. La Cámara de Comercio de Big City lo ha firmado; la Cámara de Bozeman, no. Parte de esta resistencia tiene sus raíces en el clima político que atraviesa el estado. Una persona del grupo de defensores de los inmigrantes pidió que no la citaran con su nombre porque ha recibido amenazas.
Algunas de estas amenazas son publicadas en Take Back Bozeman, un grupo de Facebook cuyo sesgo ideológico es conservador. En el grupo suelen publicar comentarios acerca de Bienvenidos, exponer los nombres y los rostros de las personas que trabajan con la comunidad inmigrante, y también difundir noticias sobre delitos cometidos por inmigrantes. Una publicación con fecha de noviembre de 2023 incluye varias capturas de comentarios en Facebook escritos por personas con nombres latinos que buscan asilo o que ofrecen trabajo en la zona. Otra publicación incluye un meme del presidente Joe Biden diciendo: “Si no apoyan [los planes de vivienda], ¿dónde pondrá Bienvenidos a todos los extraterrestres ilegales que vienen a Bozeman?”
ALGUNOS PADRES DE FAMILIA INMIGRANTES se preocupan por el efecto que tendrá en sus hijos este lugar nuevo y desconocido. Muchos de los niños recién llegados afirman que en las escuelas estatales de Bozeman hay un clima hostil y discriminador. Una voluntaria de Bienvenidos relató un incidente ocurrido en una escuela mientras ella caminaba con una estudiante inmigrante recién llegada. Delante de ellas había un grupo de niñas blancas. Una de ellas se dio cuenta que se acercaba una estudiante latina, se paró al lado de un contenedor de basura y le dijo que la juntara. “Basura mexicana”, dijo la niña, según la voluntaria.
Este tipo de incidentes complican aún más la situación de los menores inmigrantes, quienes ya se encuentran en medio de una transición difícil. Algunos incluso llegan a Montana afectados por el recorrido que tuvieron que emprender desde sus países de origen. Rosa está preocupada por su hija de 12 años. Ellas viajaron juntas y tuvieron que enfrentar dos secuestros y meses de confinamiento en la frontera. Su hija está muy callada y no le gusta ir a la escuela. “El autobús la trae a casa y luego ella se encierra en su habitación”, contó Rosa.
Casey Bertram, el superintendente de las Escuelas Públicas de Bozeman, dijo que se están redoblando esfuerzos en el sistema educativo para ayudar a estudiantes que se encuentren en la misma situación que la hija de Rosa. Señaló que el año pasado se recortaron $4.100 millones del presupuesto destinado al sistema educativo. No obstante, pudo encontrar la manera de agrandar los grupos de apoyo para los cientos de niños inmigrantes. Mencionó que los desafíos son muchos. Entre ellos, hay que tener en cuenta los meses de ausentismo escolar durante los viajes de los niños a Bozeman y también hay que brindarles ayuda a nivel emocional para que puedan superar las malas experiencias vividas.
Manuel, el obrero que se cayó de una escalera, ahora lleva a su hija a terapia. Para lograr llegar a EE. UU., le pagó a un coyote para que los ayudara a cruzar escondidos en un contenedor. Los inmigrantes gritaban y golpeaban las paredes del contenedor, no podían respirar y algunos casi se asfixiaron. “En un momento me arrodillé y le pedí a Dios que me dejara morir a mí en lugar de a mi hija”.
Los estudiantes latinos también tienen que trabajar muchas horas para poder solventar a sus familias. De acuerdo con Bertram, el distrito escolar busca llegar a un acuerdo con las familias y planificar un horario que se ajuste a las necesidades de los niños. Para ello, se necesita personal que hable español y que pueda entablar una relación de confianza con los padres de familia.
“Cuánto más personal podamos contratar, mejores serán las conexiones que vamos a establecer con los estudiantes y sus familiares. Tanto los estudiantes como sus familias necesitan todo tipo de ayuda y recursos. Nosotros no tenemos los medios para brindarles todo lo que necesitan para alcanzar el éxito en este país”, declaró Bertram.
“Tanto los estudiantes como sus familias necesitan todo tipo de ayuda y recursos. Nosotros no tenemos los medios para brindarles todo lo que necesitan para alcanzar el éxito en este país.”
Para los inmigrantes recién llegados a Bozeman, alcanzar el éxito significa: conseguir ayuda para sus hijos, vivir en condiciones dignas y tener acceso a la asistencia médica, entre otras cosas. Las instituciones locales y estatales no cubren estas necesidades. La prosperidad económica de Bozeman enfrenta una contradicción: es un lugar atractivo para personas con alto poder adquisitivo que contribuyen a la prosperidad del lugar, mientras los trabajadores inmigrantes que ayudan a su crecimiento viven en condiciones precarias.
Estas contradicciones se encuentran presentes en la industria de la construcción. La demanda de casas lujosas genera la llegada de trabajadores inmigrantes a Bozeman, pero, al mismo tiempo, a los trabajadores les resulta muy difícil encontrar lugares baratos donde vivir. Tarlow, el abogado especialista en derecho de la construcción, ya jubilado, ha notado que el sector de la construcción se rige por un sesgo ideológico conservador, aunque dependa del trabajo de los inmigrantes indocumentados.
“Personas que trabajan en las grandes empresas me han dicho cosas como, ‘Sabes que quiero que se construya el muro más grande entre EE. UU. y México porque amo a Donald Trump. A propósito, ¿podrías conseguirme algunos muchachos?’”, comentó Tarlow.
Aun así, Manuel cree que Montana ha tenido un efecto positivo en él y en sus hijos. Extraña a su familia, en especial a su madre enferma, y manejar sin licencia lo pone nervioso. Pero su trabajo es bien remunerado, su hija quiere ir a la universidad y mucha gente es amable, contó. Ahora tiene amigos que no son parte de la comunidad inmigrante. A uno de ellos le puso el apodo “Mi amigo americano”, y él fue quien le llevó a su casa los medicamentos que su hijo necesitaba cuando estaba enfermo. “Es un muy buen amigo”, dijo Manuel.
Seguíamos hablando cuando nos dimos cuenta de que el restaurante iba a cerrar. Los empleados empezaron a acomodar las sillas y a trapear el piso. Manuel se paró y dijo que, de cualquier manera, no se podía quedar mucho tiempo más. “Mañana tengo que trabajar”.
This article was produced in partnership with The Nation.
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This article appeared in the May 2024 print edition of the magazine with the headline “Behind Bozeman’s Boom.”